Nuestro ideario terapéutico se fomenta en valores básicos de la persona humana.
Nos fundamentamos en reafirmar la propia individuación, la propia identidad personal y el debido respeto que ello merece.
Tal ideario también se extrapola al conocimiento de la alterealidad de “el Otro” que convive a nuestro lado, también con su propia identidad, su propio derecho a la dignidad y todo el respeto que ello merece.
Fomentamos este ideario deseando una sociedad donde las personas estén más orientadas en colaborar y respetarse (a sí mismas y para con los demás) y que no en el competir ni en la enemistad personal.
Abogamos por una sociedad donde se substituya la deberización restrictiva del “yo debo”, “tu debes”, “yo tengo que…”, “tu tienes que…”, por la expresión substitutiva sentida y reafirmativa del “yo soy”, “yo quiero…”, siempre “a partir de uno mismo” así como respetando y validando la identidad de los otros, sean todos quienes sean.
Abogamos por un mundo sabio, y a la vez amoroso y colaborador, que sea sensible y respetuoso con las otras opiniones, actitudes y conductas.
Abogamos por un mundo menos patriarcal, menos autoritario, menos rígido, más social y más flexible y comprensible.
Abogamos por un mundo en el que quepa tanto el dolor como el placer, como partes inherentes a la vida misma, aceptados y vividos desde una sana base emocional y espiritual.
Abogamos por la presencia interior de la serenidad en nuestra vida diaria.
Deseamos una sociedad y una actitud vital que tienda puentes tanto hacia el pasado (sin aferrarse insanamente a él) como hacia el presente actual, así como hacia una perspectiva de futuro construible.
Deseamos una sociedad que viva con un sentido del equilibrio, tanto emocional como espiritualmente, el concepto vital del “aquí” y del “ahora”, y afronte, así, un futuro de vida sin lastres del pasado ni temores por el futuro a venir.