Las señoras con el carrito de la compra, parejas de ancianos, padres con niños… la mayoría de personas que pasean estos días por la calle de Bailèn esquina con Igualada se paran con una sonrisa de oreja a oreja a contemplar la fachada del nuevo Texas, cine que tiene sus orígenes en 1947, cuando se especializó en programa doble de reestreno. El próximo miércoles renace con idéntico nombre y con el mismo espíritu de proyectar películas ya estrenadas, que merecen una segunda oportunidad.
El Texas, desde 1996 hasta agosto del 2013, se llamó Lauren Gràcia, multisalas que tuvo que cerrar por la crisis y la dura subida del IVA, pero antes de 1947 ya era un cine. Entonces se llamaba Bailèn, por lo que es uno de los escasos inmuebles de Barcelona que lleva décadas albergando proyecciones. «Temíamos que se convirtiera en otro supermercado. Todo el barrio lo celebramos: ¡Gràcia recupera su mítico cine!», comenta una señora mientras abraza al cineasta Ventura Pons, el accionista mayoritario del proyecto. Parece una escena promocional, pero es tal cual, y se repite con distintos vecinos cada vez que el director sale a la calle.
Pons propuso a Ricard Almazan, programador de los cines Verdi durante cerca de 25 años, y a Àngels Gelabert, responsable de comunicación de los mismos cines de la calle de Verdi, que se unieran a esta aventura. «Si no se llamaba Texas se perdía toda la magia», considera Almazan, que dijo que sí a Ventura porque es un proyecto hecho con «muy buenas» intenciones. «Si no hacemos algo el cine se morirá. ¿Cuántas salas quedan en el centro de Barcelona? Es preocupante. El Texas renace con el objetivo de que la gente tenga ganas de volver a ver una película en una gran pantalla. Además, estas salas, por su tecnología y comodidad, son un lujo y no harán olor a palomitas», asegura.